No hay suerte ni destino. No hay rutas, no hay caminos. Lo que si que hay, son unos zapatos en tu armario con los que SI QUIERES, puedes empezar a caminar.
Cógelos. Póntelos y comienza a orientarlos hacia donde quieras, tu eliges.
Ahora no estás descalzo, puedes pisar firme. Ahora no estás perdido, aún no sabiendo a dónde te diriges.
Ahora vás dejando tu huella, asique también ten cuidado con dónde y qué pisas.